A la velocidad de la luz; o aún
más rápidamente, una explosión que lo devorara todo
nos privaría de su sonido: impedidas
de propagarse, esas ondas
esperarían en el fondo de la nada, complaciéndose
en la propia imposibilidad de su existencia. Pero esto
es tan absurdo
como suponer un grito
que pudiera encerrarse dentro de una botella. Si acaso
me sirve, únicamente es
para que pueda entender qué sucedió con Carmen: apagada
a una velocidad que distrae nuestros sentidos, no podemos
oír. Mantenemos
la mirada en dirección a su muerte, buscamos
mitigar el dolor con una camarera detenida, un
diagnóstico médico, un joven
desaparecido; y aliviamos, en lo familiar, nuestro padecimiento.
El fin del mundo conocido no es
eso, es renunciar a seguir buscando del mismo
modo, suspender
todos los dictados de nuestro
aprendizaje, impregnarnos de nada.-
.
lunes, 27 de enero de 2014
lunes, 20 de enero de 2014
CAPÍTULO 16 - QUIM: ALREDEDOR DE LO MISMO
Vivir entre veinte
y treinta mil días: ¿le parece a usted
poco
o mucho? La vida de un hombre
equivale aproximadamente a la de tres
caballos; la de un caballo, a
la de tres perros: y sin embargo, las matemáticas
mienten: ¿no
lo cree usted así? Hay algo inconmensurable
en cada ser; eso, y no
que tuviera 36 años
fue lo que pensé cuando murió Lila. La gente del pueblo
supone que vivo atormentado, que me siento
culpable
del accidente. ¿Importa
que no sea eso, sino la dentención de todo
cuanto ella era
lo que me intriga? Soy uno, diciendo
de mí mismo: esto
soy. Y ellos
prefieren otro Quim, uno
abatido, contando los insectos que se posan
en el techo, las piedras puntiagudas, los huesos
de un animal muerto. Somos
algo distinto de esos veinte o treinta mil
días; ¿exactamente
qué?
y treinta mil días: ¿le parece a usted
poco
o mucho? La vida de un hombre
equivale aproximadamente a la de tres
caballos; la de un caballo, a
la de tres perros: y sin embargo, las matemáticas
mienten: ¿no
lo cree usted así? Hay algo inconmensurable
en cada ser; eso, y no
que tuviera 36 años
fue lo que pensé cuando murió Lila. La gente del pueblo
supone que vivo atormentado, que me siento
culpable
del accidente. ¿Importa
que no sea eso, sino la dentención de todo
cuanto ella era
lo que me intriga? Soy uno, diciendo
de mí mismo: esto
soy. Y ellos
prefieren otro Quim, uno
abatido, contando los insectos que se posan
en el techo, las piedras puntiagudas, los huesos
de un animal muerto. Somos
algo distinto de esos veinte o treinta mil
días; ¿exactamente
qué?
lunes, 13 de enero de 2014
CAPÍTULO 15 - QUIM: PRIMERAS EXPLICACIONES
¿Me dice usted que
han detenido a Lenka
o se lo digo yo? No importa, mire
Julia, se lo explico a mi modo: quieren
al chico del
circo, a Boris, eso, pero tampoco
a él, la quieren
a usted, a todos los que puedan, diciendo
que el caso está solucionado. ¿Le importa
si nos sentamos en aquel tronco? Prefiero así: se puede
ver el mar. Le habrán dicho
que tuve un accidente a la salida
de la Punta dels Farallons, y que perdí
a mi mujer; en el pueblo
les encanta repetir aquella historia. Se sientan
a jugar botifarra o ramiro en el bar, son hombres
respetables, llevan siempre sus camisas a rayas, compran
sus décimos de Navidad, y repiten la historia. Tal vez
sea verdad. Tal vez
sea por eso que vivo aquí, en el
observatorio, como le llamo. Si les
insiste
le dirán que tuvimos un hijo, pregúnteles, sabrá
por ellos que se llamaba Didàc, se
llama, y que a él, no el mar
sino el desierto
lo guarda.
han detenido a Lenka
o se lo digo yo? No importa, mire
Julia, se lo explico a mi modo: quieren
al chico del
circo, a Boris, eso, pero tampoco
a él, la quieren
a usted, a todos los que puedan, diciendo
que el caso está solucionado. ¿Le importa
si nos sentamos en aquel tronco? Prefiero así: se puede
ver el mar. Le habrán dicho
que tuve un accidente a la salida
de la Punta dels Farallons, y que perdí
a mi mujer; en el pueblo
les encanta repetir aquella historia. Se sientan
a jugar botifarra o ramiro en el bar, son hombres
respetables, llevan siempre sus camisas a rayas, compran
sus décimos de Navidad, y repiten la historia. Tal vez
sea verdad. Tal vez
sea por eso que vivo aquí, en el
observatorio, como le llamo. Si les
insiste
le dirán que tuvimos un hijo, pregúnteles, sabrá
por ellos que se llamaba Didàc, se
llama, y que a él, no el mar
sino el desierto
lo guarda.
martes, 7 de enero de 2014
CAPÍTULO 14 - JULIA: DESCRIPCIÓN DE UNA VISITA
Me hizo pasar, me pidió que
me siente: "siéntese, señorita", dijo. Lo había imaginado
más delgado, más envejecido
por la muerte de Carmen. "Usted debe haber oído
muchas cosas, ¿no es así? Pues no crea
tanto
en lo que puedan decirle. Yo mismo: ¿le parezco
un hombre digno de confianza? En cualquier caso,
le hablaré de dos perros", dijo. Y dijo
que se llamaban Pastor
y Castor, y que eran ovejeros. "Muertos
en marzo, los dos. Fíjese, los dos
en una noche. Albert
no supo explicarnos cómo: no es lógico, con tanto
aire como hay en este mundo, que dos perros
se asfixien en un jardín, ¿no es
cierto?" Miré por la ventana, se veían
los destellos del sol entre las hojas
de una higuera; Carles me llamó
la atención: "Beba su café, señorita; no hay nada
que usted pueda ver allí, o al menos
no de día". Le pregunté si sentía
temor
por permanecer en aquella casa. "Juzga usted
mal; olvida que a mi edad
el temor y la curiosidad
raramente son motivos de peso", dijo.
me siente: "siéntese, señorita", dijo. Lo había imaginado
más delgado, más envejecido
por la muerte de Carmen. "Usted debe haber oído
muchas cosas, ¿no es así? Pues no crea
tanto
en lo que puedan decirle. Yo mismo: ¿le parezco
un hombre digno de confianza? En cualquier caso,
le hablaré de dos perros", dijo. Y dijo
que se llamaban Pastor
y Castor, y que eran ovejeros. "Muertos
en marzo, los dos. Fíjese, los dos
en una noche. Albert
no supo explicarnos cómo: no es lógico, con tanto
aire como hay en este mundo, que dos perros
se asfixien en un jardín, ¿no es
cierto?" Miré por la ventana, se veían
los destellos del sol entre las hojas
de una higuera; Carles me llamó
la atención: "Beba su café, señorita; no hay nada
que usted pueda ver allí, o al menos
no de día". Le pregunté si sentía
temor
por permanecer en aquella casa. "Juzga usted
mal; olvida que a mi edad
el temor y la curiosidad
raramente son motivos de peso", dijo.
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