Me pregunto si sabe dónde estamos. Espere:
voy a encender las luces para que pueda verlo.
¿Lo adivina, verdad? Esto
es nuevamente la entrada del pueblo, pero usted no lo había
notado. A eso me refiero, a que es posible que no haya sido la única
en confundirse. Pero dejemos eso: supongo que no le molesta
que fume. Mire
a su alrededor ¿no encuentra nada
fuera de lugar, nada que le parezca extraño? Está bien; yo
se lo diré: intente fijar su atención en aquella luz que se ve
sobre el capot, a la izquierda. Muy bien. Permítame que
sintonice la radio aquí; y ahora observe
lo que sucede con la luz. Es la casa de Quim. ¿Lo sabía?
Ahora apaguemos la radio y las luces
del auto. A su derecha debe haber una linterna, en el fondo
de la guantera; eso
mismo. Ilumine hacia el cielo
con tres señales cortas. Ahora aguardemos un poco. Ahí
está: véalo usted. Y ahora
apáguela: nos vamos de aquí
ya mismo, tenemos que regresar al pueblo, aún tengo
que enseñarle una o dos cosas más. ¿Recuerda aquella carta
que le mostré cuando bajamos al Cráter, la de Boris; esa que usted
me preguntó cómo había podido conseguir? Le voy a revelar
algo: la primera vez que la leí
me pareció extraña, apenas eso. Y después comprendí: Boris
no actuaba con ningún jersey. ¿Por qué diría
eso del jersey? Piénselo: aquí está el papel, mírelo
con cuidado. ¿Sabe usted
lo que es un acróstico? Imagino que sí.-
lunes, 25 de noviembre de 2013
lunes, 18 de noviembre de 2013
CAPÍTULO 07 - QUIM: REFLEXIONES DESDE EL OBSERVATORIO
De nuevo en casa: aquí arriba —sin nada que pueda
distraerme— todo
se comprende mejor. Digamos, por ejemplo, el aire: ¿qué
se puede decir del aire? Que está rancio, y que no
es el que toca en esta época. Y que eso no lo sabe la gente
del pueblo: ellos viven del aire y no serían capaces de adivinar
que inhalan y exhalan la misma masa inmóvil
desde hace días. Pero hay más: el modo en que las temperaturas
circulan allí, y el miedo, y la superstición
del dinero y de la existencia, todo eso está girando
sobre sí mismo; y si me lo preguntaran
diría que el pueblo se parece a un microondas gigante. La verdad
es que Carmen ha muerto de eso; aunque también de asfixia
beatífica, como dicen; y también, por dejarlo más claro
ha recibido una presión torácica constante
al menos durante tres minutos, antes de ahogarse. Y aún hay
más: desde aquí arriba también veo las
estrellas. ¿Qué dicen las estrellas? ¿Y qué dice la luna? ¿Explican
de algún modo las manchas en la piel
de Carmen? Y al mirar nuevamente
hacia abajo, vuelvo a ver dos perros, recorriendo
los callejones, los suburbios
donde otra vez el pueblo se disuelve en pastizales
quemados. Y más
perros, alrededor del descampado donde antes
hubo un circo, y ahora
un círculo en la tierra, con la imagen de un pez
trazada sobre el barro fresco, muy cerca
de las casetas móviles.-
distraerme— todo
se comprende mejor. Digamos, por ejemplo, el aire: ¿qué
se puede decir del aire? Que está rancio, y que no
es el que toca en esta época. Y que eso no lo sabe la gente
del pueblo: ellos viven del aire y no serían capaces de adivinar
que inhalan y exhalan la misma masa inmóvil
desde hace días. Pero hay más: el modo en que las temperaturas
circulan allí, y el miedo, y la superstición
del dinero y de la existencia, todo eso está girando
sobre sí mismo; y si me lo preguntaran
diría que el pueblo se parece a un microondas gigante. La verdad
es que Carmen ha muerto de eso; aunque también de asfixia
beatífica, como dicen; y también, por dejarlo más claro
ha recibido una presión torácica constante
al menos durante tres minutos, antes de ahogarse. Y aún hay
más: desde aquí arriba también veo las
estrellas. ¿Qué dicen las estrellas? ¿Y qué dice la luna? ¿Explican
de algún modo las manchas en la piel
de Carmen? Y al mirar nuevamente
hacia abajo, vuelvo a ver dos perros, recorriendo
los callejones, los suburbios
donde otra vez el pueblo se disuelve en pastizales
quemados. Y más
perros, alrededor del descampado donde antes
hubo un circo, y ahora
un círculo en la tierra, con la imagen de un pez
trazada sobre el barro fresco, muy cerca
de las casetas móviles.-
lunes, 11 de noviembre de 2013
CAPÍTULO 06 - BORIS: UNA CARTA PARA LENKA
Estaba buscando algo más que el olor de
la pólvora y que mi casco verde, y mi
jersey con el número siete; acostumbrado
a la velocidad y la amnesia —pero no esto. Es
raro —siempre creí
desear unas noches así, besarte bajo el neón del circo,
inventar un pasado en el que
nadie pudiera capturarnos con un truco de la memoria. Y en cambio
debo dejar el pueblo. Pensaré en ti la próxima vez que
esté dentro del cañón, y la siguiente. Y te recordaré
como la verdadera dueña del perfume
aquel, el que todo lo cura. Lenka: espero que jamás me
rechaces, ni a mis palabras (¿recuerdas? "yo
me enfrento al demonio...") que terminan aquí, en
el próximo verso, sin decir
nada más.
lunes, 4 de noviembre de 2013
CAPÍTULO 05 - BERNAT: PRIMERAS DECLARACIONES
Esos que hacen rugir las motos, esos
no hacen nada más que practicar
sus miradas; mírelos: lo han aprendido
todo, antes de saber ninguna cosa
útil. Una raya en el cromo puede acabar con ellos. Eso,
o una leve traición en el tono de voz, que delate
sus 17 o 18 años mal disfrazados. Esos no son hombres
que pudieran planear un asesinato; ni mucho menos intervenir
frecuencias paralelas, campos de gravedad — no imaginan siquiera
lo que eso pueda ser. Claro que voy
con ellos, y que se dicen "Los Cabros", hasta es cierto
que soy lo que podríamos llamar su jefe; pero es es algo
que ahora no lo comprendería usted. Apenas
sígame: lo que debe buscar es a alguien como
yo, pero no yo, alguien
que parezca otra cosa, que ordene sin levantar la voz, incluso
sin hablar. ¿Ve usted esos carromatos gigantes? ¿Ve esos
tipos sentados en sus sillas plegables, sobre el terreno ralo, empantanado
por la lluvia de anoche, haciendo como si jugaran
naipes y bebieran? Esos
ya no están allí; o no son ellos, o hay algo que no llego
a entender: ya han desmontado la carpa, y desde hace un par
de días ya no hay función. ¿Por qué no se ha marchado el circo aún?
¿Ve usted a aquél hombre con un anillo, ese a quien los perros
no dejan ni a sol ni a sombra? ¿Sabe quién es? Ahora le pido que olvide
a Los Cabros por un momento, y todas esas historias
de adolescentes: yo lo conozco y estoy seguro de que usted
también. Pero venga, acompáñeme por el camino comarcal
apenas un instante. Voy a mostrarle algo
que le interesará.
no hacen nada más que practicar
sus miradas; mírelos: lo han aprendido
todo, antes de saber ninguna cosa
útil. Una raya en el cromo puede acabar con ellos. Eso,
o una leve traición en el tono de voz, que delate
sus 17 o 18 años mal disfrazados. Esos no son hombres
que pudieran planear un asesinato; ni mucho menos intervenir
frecuencias paralelas, campos de gravedad — no imaginan siquiera
lo que eso pueda ser. Claro que voy
con ellos, y que se dicen "Los Cabros", hasta es cierto
que soy lo que podríamos llamar su jefe; pero es es algo
que ahora no lo comprendería usted. Apenas
sígame: lo que debe buscar es a alguien como
yo, pero no yo, alguien
que parezca otra cosa, que ordene sin levantar la voz, incluso
sin hablar. ¿Ve usted esos carromatos gigantes? ¿Ve esos
tipos sentados en sus sillas plegables, sobre el terreno ralo, empantanado
por la lluvia de anoche, haciendo como si jugaran
naipes y bebieran? Esos
ya no están allí; o no son ellos, o hay algo que no llego
a entender: ya han desmontado la carpa, y desde hace un par
de días ya no hay función. ¿Por qué no se ha marchado el circo aún?
¿Ve usted a aquél hombre con un anillo, ese a quien los perros
no dejan ni a sol ni a sombra? ¿Sabe quién es? Ahora le pido que olvide
a Los Cabros por un momento, y todas esas historias
de adolescentes: yo lo conozco y estoy seguro de que usted
también. Pero venga, acompáñeme por el camino comarcal
apenas un instante. Voy a mostrarle algo
que le interesará.
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