Todo lo que se va
con la respiración es inestable; inestable
lo que con ella llega. Consérvala
sin ningún deseo
de adueñarte de ella. Permite que con ella llegue
el aire de este mundo — todas esas
metáforas de sí
mismas. También tú
no eres sino el símbolo de una conciencia
ajena, pugnando
por abandonar la apariencia. Nunca sabrás
qué es el viento, qué
las aves que gritaban sobre las rocas de la
costa, nada
de lo que imaginaste distinto de tu ser. Incluso
ahora, buscando establecer que la temperatura de tu cuerpo
y tú
sean dos fenómenos independientes — y no cada uno
la realización del otro— no haces más que cegarte
en tu voluntad de resistir. Sólo concibes
la voluntad como rechazo, como un alejamiento
de todo lo que, fuera de ti, sigue siendo
también tú mismo. Alíviate de ti; y deja
que la respiración restituya
lo que te corresponde: duerme ahora.-
.
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lunes, 10 de marzo de 2014
lunes, 3 de marzo de 2014
CAPÍTULO 20 - DR. VIDAL: EL CHICO DEL LUNAR
Me gustan estas gafas, creo
que es importante que la montura sea
transparente: en un
médico
pareciera ser una buena
señal.No es que los gérmenes
se vayan a ocultar especialmente en las monturas
opacas, pero si es imposible
mostrar una asepsia microscópica, sirve
lo que se pueda ver: el uniforme, las manos, el
pelo, los zapatos, las
gafas: todo
luce impecablemente. Creo en ese
orden, como también así
debieran ser los pacientes: aquí
el chico del lunar, más allá, la mujer
que ha tenido mellizos, el joven
que cayó de la moto anoche, y perdió
el conocimiento. Cada uno
en su cuarto, con su expediente claramente visible: es importante
reconocer los cuerpos, mantenerlos
ordenados
en un espacio que pueda recordarse fácilmente; y no
perdidos, vagando
en los pasillos de un laberinto blanco
y sin sentido — indescifrablemente sueltos
donde la razón no puede cobijarlos.-
.
que es importante que la montura sea
transparente: en un
médico
pareciera ser una buena
señal.No es que los gérmenes
se vayan a ocultar especialmente en las monturas
opacas, pero si es imposible
mostrar una asepsia microscópica, sirve
lo que se pueda ver: el uniforme, las manos, el
pelo, los zapatos, las
gafas: todo
luce impecablemente. Creo en ese
orden, como también así
debieran ser los pacientes: aquí
el chico del lunar, más allá, la mujer
que ha tenido mellizos, el joven
que cayó de la moto anoche, y perdió
el conocimiento. Cada uno
en su cuarto, con su expediente claramente visible: es importante
reconocer los cuerpos, mantenerlos
ordenados
en un espacio que pueda recordarse fácilmente; y no
perdidos, vagando
en los pasillos de un laberinto blanco
y sin sentido — indescifrablemente sueltos
donde la razón no puede cobijarlos.-
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lunes, 10 de febrero de 2014
CAPÍTULO 18 - BERNAT: LA RECONSTRUCCIÓN DE UNOS FRAGMENTOS
Concentrado en registrar
mis constantes vitales, deseaba —deseo— únicamente
establecer una relación
entre la energía de mi cuerpo y mis actividades
recientes. Anoche
he tenido un desmayo, según dicen
los médicos. Pudiera ser
un exceso de entrenamiento, falta de sales en
el cuerpo, otras
razones, en las que tampoco
creo. Un intento por recordar es igual a la aguja
con la que Marc me hizo este tatuaje en el brazo
derecho: duele
en algún punto del que no soy consciente; y tiñe, esparce
una milésima de su coloración en mí. Aquí está
ese dragón, junto
conmigo; los dos
reposamos en la cama del hospital. No está claro
si llevo este dibujo conmigo, o si
es parte de mí. Decido
que mi respiración y mi pulso son
normales ahora, también
el eco de unos pasos que resuenan
al fondo del corredor, como el frío intermitente, las
visiones
podrían ajustarse a alguna explicación, digamos
al cansancio, a la sorpresa
de despertar aquí: el dragón y
yo— uno
o dos, es igual— decidimos volver
a dormir, un poco más.
.
mis constantes vitales, deseaba —deseo— únicamente
establecer una relación
entre la energía de mi cuerpo y mis actividades
recientes. Anoche
he tenido un desmayo, según dicen
los médicos. Pudiera ser
un exceso de entrenamiento, falta de sales en
el cuerpo, otras
razones, en las que tampoco
creo. Un intento por recordar es igual a la aguja
con la que Marc me hizo este tatuaje en el brazo
derecho: duele
en algún punto del que no soy consciente; y tiñe, esparce
una milésima de su coloración en mí. Aquí está
ese dragón, junto
conmigo; los dos
reposamos en la cama del hospital. No está claro
si llevo este dibujo conmigo, o si
es parte de mí. Decido
que mi respiración y mi pulso son
normales ahora, también
el eco de unos pasos que resuenan
al fondo del corredor, como el frío intermitente, las
visiones
podrían ajustarse a alguna explicación, digamos
al cansancio, a la sorpresa
de despertar aquí: el dragón y
yo— uno
o dos, es igual— decidimos volver
a dormir, un poco más.
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