Me pregunto si sabe dónde estamos. Espere:
voy a encender las luces para que pueda verlo.
¿Lo adivina, verdad? Esto
es nuevamente la entrada del pueblo, pero usted no lo había
notado. A eso me refiero, a que es posible que no haya sido la única
en confundirse. Pero dejemos eso: supongo que no le molesta
que fume. Mire
a su alrededor ¿no encuentra nada
fuera de lugar, nada que le parezca extraño? Está bien; yo
se lo diré: intente fijar su atención en aquella luz que se ve
sobre el capot, a la izquierda. Muy bien. Permítame que
sintonice la radio aquí; y ahora observe
lo que sucede con la luz. Es la casa de Quim. ¿Lo sabía?
Ahora apaguemos la radio y las luces
del auto. A su derecha debe haber una linterna, en el fondo
de la guantera; eso
mismo. Ilumine hacia el cielo
con tres señales cortas. Ahora aguardemos un poco. Ahí
está: véalo usted. Y ahora
apáguela: nos vamos de aquí
ya mismo, tenemos que regresar al pueblo, aún tengo
que enseñarle una o dos cosas más. ¿Recuerda aquella carta
que le mostré cuando bajamos al Cráter, la de Boris; esa que usted
me preguntó cómo había podido conseguir? Le voy a revelar
algo: la primera vez que la leí
me pareció extraña, apenas eso. Y después comprendí: Boris
no actuaba con ningún jersey. ¿Por qué diría
eso del jersey? Piénselo: aquí está el papel, mírelo
con cuidado. ¿Sabe usted
lo que es un acróstico? Imagino que sí.-
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