El primer disparo pasó cerca, y entonces
apunté nuevamente, pensando
no en la figura sino en el movimiento; y pude
derribarlo. Una
y tres veces más, como en una
repetición sonora. Mi hijo
me miraba orgulloso: 4 patos
sobre 5 disparos no estaba mal; y el dueño de la barraca
señaló dos hileras
de bichos amontonados entre yoyós
y balones de fútbol ¿Qué se van a llevar,
los caballeros? Lucas
volvió a mirarme: "Lo más justo
sería irnos con el pato que no hemos derribado: siendo
imposible, tendremos que conformarnos
con algo más sencillo. Algo
como aquel conejo
de peluche naranja. ¿Verdad, Lucas?" Cambié el rifle
por aquel animal inerte, era liviano, tenía el pelaje
descolorido, las orejas en punta, el aire
estúpido de todos los conejos. Lucas lo sostuvo
un momento en el aire
y me lo devolvió
con un pequeño gesto de aprobación.-
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