Todo lo que se va
con la respiración es inestable; inestable
lo que con ella llega. Consérvala
sin ningún deseo
de adueñarte de ella. Permite que con ella llegue
el aire de este mundo — todas esas
metáforas de sí
mismas. También tú
no eres sino el símbolo de una conciencia
ajena, pugnando
por abandonar la apariencia. Nunca sabrás
qué es el viento, qué
las aves que gritaban sobre las rocas de la
costa, nada
de lo que imaginaste distinto de tu ser. Incluso
ahora, buscando establecer que la temperatura de tu cuerpo
y tú
sean dos fenómenos independientes — y no cada uno
la realización del otro— no haces más que cegarte
en tu voluntad de resistir. Sólo concibes
la voluntad como rechazo, como un alejamiento
de todo lo que, fuera de ti, sigue siendo
también tú mismo. Alíviate de ti; y deja
que la respiración restituya
lo que te corresponde: duerme ahora.-
.
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