Me han dicho
que podía confiar en usted: si no es
así, lo sabré
mañana o pasado, cuando la policía
me encuentre; y si sí,
le hará llegar a Lenka
un mensaje muy simple: "regreso
al sitio donde comenzó todo, apenas
pueda
te enviaré una señal. No dejes de mirar
al cielo, siempre que puedas. Tuyo, Boris." Cada vez
el frío es más intenso, y los pueblos
van quedando más lejos; cada vez es preciso
caminar más aún, dormir
más; y recordar menos
la expansión de la mancha sobre el jardín de Carmen. A usted
sólo debo decirle que se cuide
del hombre del conejo naranja: lo llaman
cuando la situación no es buena; ignoro si en el pueblo
hay algún restaurante chino, lo encontraría
allí, comiendo
Teppan Yaki. Mire: este
caleidoscopio
se parece a la explicación de todo:
es curioso, ahora no se mueve.
lunes, 24 de febrero de 2014
lunes, 10 de febrero de 2014
CAPÍTULO 18 - BERNAT: LA RECONSTRUCCIÓN DE UNOS FRAGMENTOS
Concentrado en registrar
mis constantes vitales, deseaba —deseo— únicamente
establecer una relación
entre la energía de mi cuerpo y mis actividades
recientes. Anoche
he tenido un desmayo, según dicen
los médicos. Pudiera ser
un exceso de entrenamiento, falta de sales en
el cuerpo, otras
razones, en las que tampoco
creo. Un intento por recordar es igual a la aguja
con la que Marc me hizo este tatuaje en el brazo
derecho: duele
en algún punto del que no soy consciente; y tiñe, esparce
una milésima de su coloración en mí. Aquí está
ese dragón, junto
conmigo; los dos
reposamos en la cama del hospital. No está claro
si llevo este dibujo conmigo, o si
es parte de mí. Decido
que mi respiración y mi pulso son
normales ahora, también
el eco de unos pasos que resuenan
al fondo del corredor, como el frío intermitente, las
visiones
podrían ajustarse a alguna explicación, digamos
al cansancio, a la sorpresa
de despertar aquí: el dragón y
yo— uno
o dos, es igual— decidimos volver
a dormir, un poco más.
.
mis constantes vitales, deseaba —deseo— únicamente
establecer una relación
entre la energía de mi cuerpo y mis actividades
recientes. Anoche
he tenido un desmayo, según dicen
los médicos. Pudiera ser
un exceso de entrenamiento, falta de sales en
el cuerpo, otras
razones, en las que tampoco
creo. Un intento por recordar es igual a la aguja
con la que Marc me hizo este tatuaje en el brazo
derecho: duele
en algún punto del que no soy consciente; y tiñe, esparce
una milésima de su coloración en mí. Aquí está
ese dragón, junto
conmigo; los dos
reposamos en la cama del hospital. No está claro
si llevo este dibujo conmigo, o si
es parte de mí. Decido
que mi respiración y mi pulso son
normales ahora, también
el eco de unos pasos que resuenan
al fondo del corredor, como el frío intermitente, las
visiones
podrían ajustarse a alguna explicación, digamos
al cansancio, a la sorpresa
de despertar aquí: el dragón y
yo— uno
o dos, es igual— decidimos volver
a dormir, un poco más.
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